Vivimos en una sociedad en la que el consumismo y el materialismo en ocasiones llevan a que muchas persona tengan un orden de prioridades equivocado. Así sucede cuando se confunde el ser con el tener. Sin embargo, conviene recordar que la felicidad no tiene precio. Eso no significa que el factor económico no influya en el bienestar personal sino que los verdaderos instantes de felicidad, esos que dejan una huella especial en el corazón no tienen precio. Ser feliz no tiene precio porque la vida es un regalo fantástico que merece la pena disfrutar.
Existen momentos inolvidables con una esencia de perfección que dejan una huella especial en el corazón. Por ejemplo, el abrazo de un ser querido, una conversación con un amigo, disfrutar de una afición compartida, un beso de pasión, un beso de ternura, la expresión de un sentimiento, la alegría interior, la paz del alma, la belleza de un amanecer, el deseo de que el tiempo se detenga para disfrutar siempre de ese momento…
Ser feliz no tiene precio y, sin embargo, aunque parezca contradictorio, el ser humano también tiene la capacidad de posponer su propia felicidad y de poner este sentimiento a la espera dando prioridad a otros asuntos que no son más urgentes porque nada es tan importante como recordar que la vida es breve, tiene principio y final, por tanto, es muy importante poner el foco de atención en el presente, salir de la zona de confort y recordar que la vida es un camino de largo recorrido en el que existen fines que tienen valor en sí mismos. Y uno de esos fines con valor en sí mismo es la felicidad, un regalo de la vida que te ayuda a tomar impulso para alcanzar tu verdadera libertad.
Es un aprendizaje personal tomar decisiones que conecten con los objetivos verdaderamente deseados. Ello implica aprender a decir no y rodearte de las personas que de verdad quieres que formen parte de tu vida y de tu historia personal.
Foto – Consulta en Linea