Puedes decidir cómo quieres vivir pero lo más importante es que no dejes que pase demasiado tiempo antes de hacer esta reflexión. De lo contrario, las personas que viven deprisa sin pararse a pensar, puede que llegue un punto en el que al echar la vista al pasado se den cuenta de que han perdido el tiempo porque no han meditado sobre dónde está su verdadera felicidad.
La idea de tener un estilo de vida estructurado nos hace estar siempre pendientes de algo. El estudiante de universidad pone parte de sus expectativas en el momento de encontrar su primer trabajo, la persona que está enamorada piensa en el momento de boda o de convivencia, las personas que están a las puertas de jubilarse ya sueñan con el placer de no ir a trabajar… Poniendo la felicidad a la espera la vida va pasando sin dar importancia al tiempo, es decir, sin aprovechar de verdad el aquí y el ahora que es el tiempo más necesario.
Anímate a caminar despacio para recorrer la vida con la sabiduría necesaria de la reflexión. Para ello, no solo valores el punto de llegada sino también tu punto de partida. Sé flexible porque puede que la vida cambie tus planes.
Valora lo que tienes más que aquello que te falta, valora tu realidad presente porque es única e irrepetible. La vida es un proceso de transformación constante, por tanto, evoluciona con los tiempos, adáptate a tu nueva realidad con calma, paso a paso. Si caminas deprisa entonces pierdes de vista la belleza del paisaje que te rodea.
Esta tendencia de poner la felicidad a la espera del futuro tiene que ver con la esencia del corazón humano que con frecuencia es caprichoso: a un deseo le sucede otro. Para evitar esta tendencia aprende a celebrar durante mucho tiempo los deseos realizados, es decir, disfruta y saborea el sabor dulce del bienestar que surge de estar en el lugar en el que de verdad quieres estar.
Foto – Nepsa