Existe una actitud que es muy humana pero que es errónea. Es equivocado descargar las iras y las frustraciones personales con los demás porque los demás no son responsables de los asuntos propios. Una persona solo aprende a ser feliz en el momento en el que se adueña de sus decisiones y no delega en manos de una tercera persona las competencias propias.
No es fácil mirar dentro de uno mismo, asumir los fallos y los errores, puede que sea más fácil buscar culpables en los demás, pero esta actitud no conduce a ningún fin más allá del dolor, la decepción y la ruptura de las relaciones interpersonales.
¿Cómo poner cada cosa en su contexto?
1. En primer lugar, tú eres una persona capaz de gestionar tus emociones pero para ello tienes que hacerte responsable de todas tus vivencias y del modo en el que interpretas la realidad.
2. Anímate a hacer deporte y ejercicio físico porque cuerpo y mente se ponen en armonía a través de actitudes tan sencillas como nadar, andar en bicicleta, practicar yoga, jugar al fútbol…
3. Escribe en un folio en blanco toda tu frustración y tu malestar en esos días grises en los que todo te parece cuesta arriba. Siente total libertad de poner aquello que de verdad quieres decir porque el papel no se sentirá ofendido por lo que tengas que decir.
4. No seas duro contigo mismo porque toda la ira que acumulas en tu interior es perjudicial para tu bienestar. Sana las heridas internas a través del amor.
5. En los días en los que no te sientas bien puedes salir a dar un paseo para llenarte de toda la fuerza del aire puro que te renueva por dentro de verdad con vitaminas de optimismo, confianza, alegría y fuerza de superación.
6. Controla tu ira a través de la razón, es decir, razona el sentimiento para poder poner palabras a cómo te sientes, explicar la causa y concretar los remedios de ese posible malestar.
Foto – Evisos